The party never stops! ~ [Libre]

Llegué a la discoteca con una sonrisa de oreja a oreja. Saludé al chico de la puerta, Jack, con un efusivo abrazo. Nos veíamos todos los días, ya eramos grandes amigos. Entré y con la mano saludé al DJ, a los de la barra, y a algunas personas que concurrían tanto como yo. La discoteca era mi hogar.

Fui directo al medio de la pista a bailar alegre y seductora, sin dejar de sonreir. Me sabía las canciones de memoria, pero luego de bailar 7 canciones decidí que era hora de que el alcohol hiciera su aparición. Me acerqué a la barra y le pedí a Eddi un Margarita, mi trago preferido.

-Gracias Eddi -le dije cuando me trajo el Margarita. Un chico que acababa de pedir un vodka me habló, yo le sonreí con encanto.
-De maravilla -respondí alegre- Soy Pauline Le Fount -me presenté, extendiendo una mano en forma de saludo.

Se me escapó una risita cuando besó mi mano. El primer chico educado que veía por ahí desde... bueno... siempre.
-Lo mismo digo, monsieur -respondí con una media sonrisa- ¿Eres francés, Sebástien? -pregunté con interés, mientras tomaba un poco de mi trago. Él ya había acabado con el suyo y le había pedido otro a Eddi, incluso sospeché que había pagado mi cuenta, pero preferí no decir nada. Había aprendido a no herir el orgullo de un hombre.

-De Estados Unidos, aunque actualmente vivo aquí. Mi padre administra la isla y yo estoy todas las noches "administrando" el alcohol de la disco -dije riendo. Gracias a mis padres, tenía el futuro asegurado y podía disfrutar a pleno de mi adolescencia. Realmente era una afortunada.
-Bueno, ¿y cómo fue que pasaste de Francia hasta aquí? -le sonreí, clavando mis ojos en los suyos.

Sonreí de lado.
-Supongo que todos necesitamos unas vacaciones de vez en cuando -dije con dulzura. Luego reí levemente ante su comentario, era completamente cierto.
-Un futuro asegurado y 0 responsabilidades, es lo mejor -suspiré- Sin embargo en unos años también me gustaría estudiar y tener un trabajo, ya sabes, a veces es sofocante tener todo en bandeja de plata.

-Y no hay nadie que aprecie tanto la libertad como yo -comenté con una media sonrisa. Bajé lo que quedaba de mi trago y asentí enérgicamente ante la propuesta de Sebástien.
-¡Vamos! -exclamé, alegre, mientras tomaba su mano y lo arrastraba hasta la pista.